Días grises.

Paseé nerviosamente de un lado a otro de la habitación, deteniéndome en dos o tres ocasiones frente a la ventana. El día estaba gris y grises eran también las personas que allá abajo, en la calle, se desplazaban de un lado a otro, movidas quizá por impulsos o intereses que no controlaban, como me ocurría a mi en aquellos instantes.

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