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Un punto límite

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He visto muchos acantilados de cristal que incitan a dejar de sentir pánico para comprobar en primera persona el magnífico efecto de la gravedad. Y cuando digo "muchos" son muchos. Tal es así que me considero una experta en esta materia aunque no me guste presumir de ello. La sensación es siempre la misma y lo único que varía es el paisaje, también la altura. Entre todo, se conoce la existencia de un punto límite. Una vez llegados a este punto ya todo deja de tener sentido y nos adentramos en un surrealismo acaramelado que se debe morder despacito para evitar daños mayores. Es necesario tener en cuenta que desde este límite no hay posibilidad de dar marcha atrás, pero no importa porque siempre llegará alguien dispuesto a darnos una patadita en el culo para que no se nos olvide. Las inseguridades, ambigüedades y dobles sentidos vienen servidos en una bandeja de plata. Las dudas sin embargo vuelven en forma de una botella de ron barata. Y obviamente, acabo bebiéndomelas, embo

No queremos querer y queremos.

Esta noche me expresaré en boca de otra persona. Otras palabras que no son las mías me dejarán desnuda ante todos vosotros, sin pudores, sin morbosidad ni excitaciones. Yo ya no puedo. Tú me llamas, amor. Tú me llamas, amor, yo cojo un taxi, cruzo la desmedida realidad de febrero por verte, el mundo transitorio que me ofrece un asiento de atrás, su refugiada bóveda de sueños, luces intermitentes como conversaciones, letreros encendidos en la brisa, que no son el destino, pero que están escritos encima de nosotros. Ya sé que tus palabras no tendrán ese tono lujoso, que los aires inquietos de tu pelo guardarán la nostalgia artificial del sótano sin luz donde me esperas, y que, por fin, mañana al despertarte, entre olvidos a medias y detalles sacados de contexto, tendrás piedad o miedo de ti misma, vergüenza o dignidad, incertidumbre y acaso el lujurioso malestar, el golpe que nos dejan las historias contadas una noche de insomnio. Pero también sabemos que

Sinuoso

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Después de recorrer el camino que me ha llevado a los rincones más dolorosos de alguna que otra etapa, creo que, debo adentrarme en los suburbios de un mundo coetáneo, esa realidad paralela de la que tanto suelo hablar.  Es más, creo que ya lo he conseguido. Una vez más. Antes que nada, es mi deber dejar claro que donde me encuentro en estos momentos no existen las reglas, no hay esquemas ni guiones, tampoco razonamientos absurdos ni travesías que tienen su punto final en una muerte de las que no matan. Los problemas carecen de noción y los miedos existen aún menos. Es como un envase hermético que fue cerrado por alguien a traición. Pillándose los dedos. Su capacidad se reduce a media fracción de la persona más insignificante, pero tú puedes pasar. Siempre fuiste excepción, sin confirmar ninguna regla pero excepción. Y una vez dentro, me consta que has estado ya, haces temblar toda superficie, todos los "nadas" y todos los "nuncas".  Te recomiendo que no busques po

Desde la cama.

Cuántas veces hemos deseado borrar un dia, un instante, un momento, hasta un año de nuestras vidas a borrarlo todo y vaciar nuestra memoria. Cuántas veces no deseamos volver a ser niños, vivir todo de nuevo, recuperar lo que se fue o dejar que el tiempo ponga las cosas en su lugar. Algunos simplemente no esperan nada del tiempo. Da lo mismo regresar o avanzar, simplemente renuncian a que el tiempo continúe su paso y se marchan con lágrimas y un largo adios. Perderíamos el calor del primer beso y la sensación de aquel amanecer que fue perfecto. La nostalgia por amores pasados y la inocencia con la que nos entregamos a lo desconocido esa primera vez. Quedarían atras los amigos que iban a ser eternos, las cartas que nos hicieron llorar, la primera o última vez que vimos a un gran amor, los brazos mas cálidos, el día que pensamos que se iba a acabar el mundo, el dolor más bonito, la sonrisa mas esperanzadora, el nacimiento del sentimiento más puro. Realmente, ¿vale la pena perder la mem

Para empezar mal el mes.

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Todavía nos duraba el café, lo teníamos en nuestras manos y lo bebíamos despacito. Con miedo. Recuerdo que aquel día lo pedimos "to take away" y nos sentamos en un portal observando a todas las personas que por allí pasaban. La conversación se sentía fría y cortante, como la leche de tu café. El verano empezaba a extinguirse con aquella puesta de sol y el maldito mes de septiembre se nos colaba por todos los vértices de nuestro cuerpo. A pesar de todo, los dos seguíamos esforzándonos en creer que no pasaba nada, que nada cambiaba, que nada debía cambiar. Yo te confesé que odio las tardes de septiembre. Las odio con todas mis fuerzas y las odio con rabia. Y no es un sentimiento caprichoso, son tardes de transición, de melancolía, de distancia, nostalgia y tardes de echar mucho de menos. No odio la rutina, no odio el invierno, pero sí las tardes de septiembre.

Una carta desesperada.

Querida soledad, Hace tiempo que no te escribía, hace días que no me acordaba de ti. Pero ya ves, por más que quiera hoy, vuelvo a buscarte para que me proporciones la dosis de tranquilidad exacta que sólo tú sabes darme. No pretendo aburrirte con los motivos que hoy me hacen sentarme aquí, pero sí recordarte que las cosas sin ti no son igual. Me cuesta trabajo mantenerlas y se revolucionan cada vez que me doy la vuelta. La balanza ya no mantiene su equilibrio. La experiencia no me ha servido de nada: ahora soy más boba y las excusas que busco son cada vez más baratas. A veces las busco en promoción 2x1, por eso de que estamos en crisis. En el recuerdo hallo mi mejor arma para luchar contra el presente. Y es entonces cuando caigo en la cuenta de que no existe esa guerra, que los disparos vienen directos hacia mí y me ayudan a suicidarme poco a poco. No hay dolor pero sí muerte. Tranquila, no te asustes. Estoy bien. Siempre me moló el dolor constante e indefinido. Debo confesarte

Las vacaciones llegaron a su fin.

No me encuentro. No me hallo. Juraría que he mirado bien, me había dejado por aquí antes de vacaciones, y nada. He vuelto a mirar donde se solían guardar meses de abril y unicornios azules, y sólo he encontrado un pútrido septiembre que olía a meado de gato. También he vuelto a ponerme un reloj de pulsera y sólo he conseguido asfixiarme las venas e inesperados ataques de impuntualidad.

06.06.

Sí, ya sé que debería estar delante de los apuntes y no delante de esta mini-pantalla, que tendría que tener un subrayador entre manos y no estas teclas. También sé que es una época de agobios, poco tiempo libre y mucha biblioteca, pero aún así, me gusta sentarme en este rincón donde me encuentro ahora mismo y pensar en cualquier tontería. A veces escribo y otras no, eso creo que va con la confidencialidad o las ganas que tenga de publicar mi intimidad.  Con el tiempo, me gusta releer todo aquello que un día escribí por algún motivo concreto, me reconozco en unos y en otros no, éstos últimos son eliminados, pues si no me hacen revivir el motivo por el que fueron plasmados no son tan buenos como creía o no son importantes, a pesar de que en su día lo fueran. Y después de todo, me voy a ir sin decir aquello que me ha llevado a sentarme enfrente de este portátil, pero ¿qué más da? Si es importante, dentro de un tiempo lo recordaré y si no, lo dicho, este texto será eliminado del blog y

Otro día como hoy no lo soportaría.

Van a tener razón todos aquellos que dicen eso de: " Lo malo nunca viene solo".

Treinta.

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Me abandoné hace mucho tiempo. Me convertí en mi propio problema, una carga demasiado pesada para sobrellevarla.  Aquella noche conducía sola, sin otra compañía que las luces de los coches que se cruzaban en mi camino. Distraída y embelesada por no sé qué pensamientos, un carnet de conducir de apenas un año de antigüedad y un viejo automóvil que me había llevado hasta la felicidad plena. Yo sola, repito. Algo sucedió. Una idea extraña apareció de la nada. Desentenderme de mí misma. Ya no me hacía falta. No necesitaba nada más de mí, de esa extraña persona en la que me había convertido por aquellos entonces. Supe que había llegado el momento de prescindir y abandonar aquella parte de mí que no me interesaba. Dejarme tirada en una cuneta tal y como muchos seres  insensibles hacen cada verano con sus mascotas. Igualito. La conocida sensación de haberlo logrado me invadió enseguida. Mis paranoias y yo volvíamos a ser las de antes. Nada nuevo, nada que me preocupase. Orgullo y satis

Revolución

He venido sin pensarlo demasiado. Tú ya me conoces y sabrás que, al igual que el resto de mortales, me muevo por impulsos. Los mismos que me llevan a lograr los más gloriosos triunfos, pero también, a cometer los fracasos más estrepitosos. Siempre hay que arriesgar y pienso seguir haciéndolo hasta el final de mis días. Nunca me he sentido inferior o estúpida cuando mis impulsos me han empujado a darme un doloroso batacazo con un gran muro de acero (quizá ese muro era la realidad), o peor aún, cuando me han aconsejado que apostase todo por nada. Para ser sincera del todo: Lo prefiero. Cuestión de principios. Prefiero haberlo intentado. Conocerme un poco mejor y saber que no soy cobarde y que lucho por lo que quiero, por aquello que siento en cada momento, aunque me tropiece con una derrota. Así es la vida. No siempre se gana. No siempre se pierde.

Contra las relaciones sentimentales.

Antes que nada, perdona si huele un poco a cerrado, hacía mucho tiempo que nadie se alojaba aquí, y menos aún con la intención de quedarse. Ábreme bien de puertas y ventanas. Que corra el aire, que entre la luz, que pinten algo los colores, que a este azul se le suba el rojo, que hoy nos vamos a poner moraos. Y hablando de ponerse, vete poniendo cómoda, que estás en tu casa. Yo, por mi parte, lo he dejado todo dispuesto para que no quieras mudarte ya más. Puedes dejar tus cosas aquí, entre los años que te busqué y los que te pienso seguir encontrando. Los primeros están llenos de errores, los segundos, teñidos de ganas de no equivocarme otra vez. El espacio es tan acogedor como me permite mi honestidad. Ni muy pequeño para sentirse incómodo ni muy grande como para meter mentiras. Mis recuerdos los dejé todos esparcidos por ahí, en cajas de zapatos gastados y cansados de merodear por vidas ajenas. No pises aún, que está fregado con lágrimas recientes, y podrías resbalar. Yo te aviso

Dcb

Lo lamento. Ya no entiendo nada de lo que haces ni de cuanto hablas. Y en ese mundo en el que dices que estuviste, que yo creo que no existe, nunca pasó nada.

Sin viaje

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Son las doce y la media mañana me pilla recogiendo mis cosas. Hoy, mi maleta parece más pequeña, prefiere no cerrarse. En ella meto ropa, zapatos, libros, pinturas y algún que otro recuerdo de estos días. Unos días que no prometían nada y han acabado enganchándome de nuevo al pasado.  Y bien sé lo que viene ahora, no soy primeriza en esto. El exceso de equipaje es más un inconveniente que una ventaja. Ya me avisaron la última vez que si mi maleta volvía a pasarse del peso establecido no me dejarían viajar. Y así ha sido. [...] Nunca tuve el valor suficiente para dejar tirado un bonito recuerdo en un aeropuerto.

Días grises.

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Paseé nerviosamente de un lado a otro de la habitación, deteniéndome en dos o tres ocasiones frente a la ventana. El día estaba gris y grises eran también las personas que allá abajo, en la calle, se desplazaban de un lado a otro, movidas quizá por impulsos o intereses que no controlaban, como me ocurría a mi en aquellos instantes.

Completamente Viernes.

Por detergentes y lavavajillas, por libros ordenados y escobas en el suelo, por los cristales limpios, por la mesa sin papeles, libretas ni bolígrafos, por los sillones sin periódicos, quien se acerque a mi casa puede encontrar un día completamente viernes. Como yo me lo encuentro cuando salgo a la calle y está la catedral tomada por el mundo de los vivos y en el supermercado junio se hace botella de ginebra, embutidos y postre, abanico de luz en el quiosco de la floristería, ciudad que se desnuda completamente viernes. Así mi cuerpo que se hace memoria de tu cuerpo y te presiente en la inquietud de todo lo que toca, en el mando a distancia de la música, en el papel de la revista, en el hielo deshecho igual que se deshace una mañana completamente viernes. Cuando se abre la puerta de la calle, la nevera adivina lo que supo mi cuerpo y sugiere otros títulos para este poema: completamente tú, mañana de regreso, el buen amor, la buena compañía. Luis García Montero Hoy. Examen de Literatur

Azul en vena.

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Son demasiadas las ganas y pocas las fuerzas. Esperanzas bajo mínimos e ilusiones que llegan hasta las estrellas y no se queman. Una ciudad del recuerdo que nos une y separa a la vez. Es tal el desequilibrio en el que me encuentro que, por primera vez, no puedo escribir lo que hoy me mueve por dentro. No hay palabras y sí recuerdos. No existe nada que actúe como tranquilizante. No necesito seguridad, ni dependencia ni tan siquiera necesito continuidad. Me falta ese yo independiente y libre, ese tú que es capaz de entenderme. Un ciclo que empieza y termina siempre de la misma forma. Cuentos para niños que me sé de memoria desde aquel día. Serendipias que nos persiguen y nos condenan de la manera más cruel. Serendipias que nos van desgastando poco a poco. ¡¡Y que triste pensar que ahora ya, sólo nos queda la casualidad!!

Un color

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Dos oportunidades y una única elección posible. Factores externos que influyen. Deseo. Tendencia a decantarse por la más esperada, la que has idealizado durante mucho tiempo, quizá, la seguridad que proporciona es el punto de partida. Un punto de partido equivocado o tal vez no, pero que marcará tu historia, tu noche o día o tu vida. Y después de todo no hay vuelta atrás. Tú y tu decisión, solas, cara a cara y tirándose de los pelos, porque han pasado de ser dos grades amigas a convertirse en dos rivales demasiado fuertes. Arrepentimiento. No gusta como suena, pero es así. Arrepentimiento no tanto de la decisión tomada, sino de la oportunidad que dejaste atrás. Ahora eres capaz de ver un poco más allá y descubrir que realmente era el color que querías para subrayar tu vida. El debate en tu interior llega demasiado tarde.