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Mostrando entradas de noviembre, 2010

Se necesita mago para esta noche.

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Un mago, de los que hacen magia de verdad, que venga y me haga aparecer debajo de tu edredón, ese que nunca llegué a conocer bien. Y mira que no pido que este mago desafíe el transcurso del tiempo, no quiero volver al pasado, sólo necesito un presente. No se me ocurre mejor forma de pasar la página de este día que contando todos aquellos lunares que tanto me gustan de tu espalda. Aunque sean demasiados, nunca me cansaría. Que el olor a miel y almendras que dejas en el pasillo después de ducharte me resulta tan necesario respirarlo como el oxígeno. Que tus manos pequeñas, y tus uñas mordidas por los años sólo pueden ser para mi y debo reconocer que a veces enloquezco cuando pienso que eso ya no es así. Porque me gusta verte dormido, respirando fuerte y acurrucado como si fueses un niño pequeño. También, por si no lo sabías, me encanta que seas el último en despertarse, porque así es como consigues que pueda pronunciar tu nombre de la forma más dulce, más pausada y más tranquila posibl

Intenciones de un lunes.

Quise llamarte.  No lo hice. ¿Para qué?  Para hablar de sesenta y ocho tonterías y una más. ¿Y luego qué? NADA. Mejor dejarlo estar. Mejor colgar.  Antes que sea demasiado tarde...

Cuéntame como vives, cómo vas muriendo.

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'Room in New York' de Edwar Hopper 1932   Cuéntame cómo vives;   dime sencillamente cómo pasan tus días,   tus lentísimos odios, tus pólvoras alegres   y las confusas olas que te llevan perdido   en la cambiante espuma de un blancor imprevisto.           Cuéntame cómo vives.   Ven a mí, cara a cara;   dime tus mentiras (las mías son peores),   tus resentimientos (yo también los padezco),   y ese estúpido orgullo (puedo comprenderte).   Cuéntame cómo mueres.   Nada tuyo es secreto:   la náusea del vacío (o el placer, es lo mismo);   la locura imprevista de algún instante vivo;   la esperanza que ahonda tercamente el vacío.   Cuéntame cómo mueres,   cómo renuncias —sabio—,   cómo —frívolo— brillas de puro fugitivo,   cómo acabas en nada   y me enseñas, es claro, a quedarme tranquilo.

Recuerdos en una lámina de ikea.

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Lluvia desesperada. Minutos que pasan y un chocolate que sustituye al tabaco. No hay más compañía esta noche que el recuerdo de tu ausencia. Una lámina de ikea colgada en la pared: me mira fijamente y se lleva el dedo a los labios intentando silenciarme.  La escena comienza a ser siniestra, pero más siniestros y oscuros son ahora mis días. Porque los colores mezclados y los colores puros te los llevaste contigo; decidiste marcharte para probar suerte pintando en otro lugar, en otra boca. Porque dibujar y pintar se te da bien, pero también eres experto en desaparecer. [...] Y ni siquiera me regalaste el cuadro que pintaste para mi. El que me prometiste.

Cero.

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El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo. Nietzsche.

No quiero más historias.

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Déjame equivocarme. Poder caer al suelo y que me sangren las heridas hasta morir. En el último segundo, en el segundo oportuno, espero que aparezcas de una vez por todas y me tiendas la mano, porque sólo tu mano podrá levantarme, podrá salvarme. Así pasará, estas cosas se saben y no se presuponen ni se programan. Vienen solas y solas se van. Por un segundo, la ausencia será mi peor enemigo o amigo; quién sabe.

Buenos días.

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Ni los buenos son tan buenos; ni los malos tan malos. No hay blanco; ni hay negro. Hoy, todo es gris. Lo pienso. Cada vez estoy más convencida. He llegado a una conclusión que además de agradarme es sensata. No siempre una decisión termina convenciéndonos. Elegir entre varias posibilidades: aceptando sus consecuencias y rechazando otras. Por suerte, todo a lo que he renunciado era prescindible, lo que desestimé no me completaba realmente. Tampoco estoy orgullosa de haberlo perdido. A nadie le gusta perder. Pero me convence.  Me convence porque la balanza así lo dice. Porque la probabilidad esta vez parece estar a mi favor. Aunque soy de letras, creo y confío en esa maravillosa ciencia, que se atreve predecir matemáticamente lo que puede suceder. Porque si existe la probabilidad de un suceso; por muy baja que sea, manda a la China en un vuelo de primera a la imposibilidad. Me convence porque esta vez sé que es la definitiva, ya no habrá más. Y si no sale como espero, prometo n