Entradas

Mostrando entradas de septiembre, 2011

Un punto límite

Imagen
He visto muchos acantilados de cristal que incitan a dejar de sentir pánico para comprobar en primera persona el magnífico efecto de la gravedad. Y cuando digo "muchos" son muchos. Tal es así que me considero una experta en esta materia aunque no me guste presumir de ello. La sensación es siempre la misma y lo único que varía es el paisaje, también la altura. Entre todo, se conoce la existencia de un punto límite. Una vez llegados a este punto ya todo deja de tener sentido y nos adentramos en un surrealismo acaramelado que se debe morder despacito para evitar daños mayores. Es necesario tener en cuenta que desde este límite no hay posibilidad de dar marcha atrás, pero no importa porque siempre llegará alguien dispuesto a darnos una patadita en el culo para que no se nos olvide. Las inseguridades, ambigüedades y dobles sentidos vienen servidos en una bandeja de plata. Las dudas sin embargo vuelven en forma de una botella de ron barata. Y obviamente, acabo bebiéndomelas, embo

No queremos querer y queremos.

Esta noche me expresaré en boca de otra persona. Otras palabras que no son las mías me dejarán desnuda ante todos vosotros, sin pudores, sin morbosidad ni excitaciones. Yo ya no puedo. Tú me llamas, amor. Tú me llamas, amor, yo cojo un taxi, cruzo la desmedida realidad de febrero por verte, el mundo transitorio que me ofrece un asiento de atrás, su refugiada bóveda de sueños, luces intermitentes como conversaciones, letreros encendidos en la brisa, que no son el destino, pero que están escritos encima de nosotros. Ya sé que tus palabras no tendrán ese tono lujoso, que los aires inquietos de tu pelo guardarán la nostalgia artificial del sótano sin luz donde me esperas, y que, por fin, mañana al despertarte, entre olvidos a medias y detalles sacados de contexto, tendrás piedad o miedo de ti misma, vergüenza o dignidad, incertidumbre y acaso el lujurioso malestar, el golpe que nos dejan las historias contadas una noche de insomnio. Pero también sabemos que

Sinuoso

Imagen
Después de recorrer el camino que me ha llevado a los rincones más dolorosos de alguna que otra etapa, creo que, debo adentrarme en los suburbios de un mundo coetáneo, esa realidad paralela de la que tanto suelo hablar.  Es más, creo que ya lo he conseguido. Una vez más. Antes que nada, es mi deber dejar claro que donde me encuentro en estos momentos no existen las reglas, no hay esquemas ni guiones, tampoco razonamientos absurdos ni travesías que tienen su punto final en una muerte de las que no matan. Los problemas carecen de noción y los miedos existen aún menos. Es como un envase hermético que fue cerrado por alguien a traición. Pillándose los dedos. Su capacidad se reduce a media fracción de la persona más insignificante, pero tú puedes pasar. Siempre fuiste excepción, sin confirmar ninguna regla pero excepción. Y una vez dentro, me consta que has estado ya, haces temblar toda superficie, todos los "nadas" y todos los "nuncas".  Te recomiendo que no busques po

Desde la cama.

Cuántas veces hemos deseado borrar un dia, un instante, un momento, hasta un año de nuestras vidas a borrarlo todo y vaciar nuestra memoria. Cuántas veces no deseamos volver a ser niños, vivir todo de nuevo, recuperar lo que se fue o dejar que el tiempo ponga las cosas en su lugar. Algunos simplemente no esperan nada del tiempo. Da lo mismo regresar o avanzar, simplemente renuncian a que el tiempo continúe su paso y se marchan con lágrimas y un largo adios. Perderíamos el calor del primer beso y la sensación de aquel amanecer que fue perfecto. La nostalgia por amores pasados y la inocencia con la que nos entregamos a lo desconocido esa primera vez. Quedarían atras los amigos que iban a ser eternos, las cartas que nos hicieron llorar, la primera o última vez que vimos a un gran amor, los brazos mas cálidos, el día que pensamos que se iba a acabar el mundo, el dolor más bonito, la sonrisa mas esperanzadora, el nacimiento del sentimiento más puro. Realmente, ¿vale la pena perder la mem

Para empezar mal el mes.

Imagen
Todavía nos duraba el café, lo teníamos en nuestras manos y lo bebíamos despacito. Con miedo. Recuerdo que aquel día lo pedimos "to take away" y nos sentamos en un portal observando a todas las personas que por allí pasaban. La conversación se sentía fría y cortante, como la leche de tu café. El verano empezaba a extinguirse con aquella puesta de sol y el maldito mes de septiembre se nos colaba por todos los vértices de nuestro cuerpo. A pesar de todo, los dos seguíamos esforzándonos en creer que no pasaba nada, que nada cambiaba, que nada debía cambiar. Yo te confesé que odio las tardes de septiembre. Las odio con todas mis fuerzas y las odio con rabia. Y no es un sentimiento caprichoso, son tardes de transición, de melancolía, de distancia, nostalgia y tardes de echar mucho de menos. No odio la rutina, no odio el invierno, pero sí las tardes de septiembre.

Una carta desesperada.

Querida soledad, Hace tiempo que no te escribía, hace días que no me acordaba de ti. Pero ya ves, por más que quiera hoy, vuelvo a buscarte para que me proporciones la dosis de tranquilidad exacta que sólo tú sabes darme. No pretendo aburrirte con los motivos que hoy me hacen sentarme aquí, pero sí recordarte que las cosas sin ti no son igual. Me cuesta trabajo mantenerlas y se revolucionan cada vez que me doy la vuelta. La balanza ya no mantiene su equilibrio. La experiencia no me ha servido de nada: ahora soy más boba y las excusas que busco son cada vez más baratas. A veces las busco en promoción 2x1, por eso de que estamos en crisis. En el recuerdo hallo mi mejor arma para luchar contra el presente. Y es entonces cuando caigo en la cuenta de que no existe esa guerra, que los disparos vienen directos hacia mí y me ayudan a suicidarme poco a poco. No hay dolor pero sí muerte. Tranquila, no te asustes. Estoy bien. Siempre me moló el dolor constante e indefinido. Debo confesarte