Cámara narrador

Lo he intentado muchas veces, pero no puedo dejar de observar a las personas que pasan por mi lado cada día. Suelo elegir a una de ellas, o a varias, al azar y centro mi atención en el personaje anónimo que representa en esta ida y venida que caracteriza a la calle y su mañana.
Imagino sus vidas a través de las pistas que, ellas sin saberlo, me proporcionan con sus ojos, sonrisas, sus gestos o, incluso sus silencios.

Esta vez, ante mí una pareja.


Ella es rubia, cabello rizado y bien peinado. Por su forma de vestir, parece una persona que huye de las formalidades cotidianas y él, en cambio, viste de traje.


Pienso en lo curioso que es detenerse a observar cómo ambos mueven acaloradamente las manos, una fuerte discusión, parece como si nunca llegaran a entenderse. 

Desde aquí, desde la ventana, es fácil imaginar uno de los cientos de problemas de los que pueden estar guerreando: una traición, una deuda, un desacuerdo.

No obstante, no se observa vínculo afectivo entre ambos, aunque sí cierta confianza. Él bebe una coca-cola y lo hace despacio, como si tratase de racionalizarla para que dure toda la mañana y así tener excusa para seguir discutiendo con la rubia de ropa informal.

Ella, por su parte, se bebe el té de un solo trago. Su caso es el contrario, ella sí parece tener prisa por concluir el encuentro.

La gente a su alrededor lleva un ritmo verdaderamente vertiginoso, se nota que es lunes. Ella se suma a este bullicio. Se levanta, deja dos monedas encima de la mesa y se despide con un gesto amenazador.


Él, embobado, no deja de mirarla mientras se aleja hasta que desaparece devorada por la esquina de la calle. Y ocurre. Se levanta repentinamente, corre detrás de ella, un impulso que había estado conteniendo y hace que el resto le miren extrañados.


Finalmente, la alcanza y de forma entrecortada se lo pregunta, quiere saberlo:


-¿Cómo es eso de sentir verdadero miedo?
-No sé, a mí me ha roto todos los esquemas.
-¿En qué te ha cambiado?
-En que ahora dudo hasta de la respuesta anterior, y ni siquiera sé si la puedo seguir sosteniendo. Y lo peor: sé que me hará perder muchas cosas, como a ti.


Imaginarias o no, lecciones de calle, de vida.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Romper espejos para reparar reflejos

Recuerdos en una lámina de ikea.

Una carta desesperada.