Hoy que sí hace frío, no tengo a la persona que me deja acurrucarme, a modo de pieza de tetris, en el sofá de la siesta. Hoy, la duermo sola porque ha llegado -un poquito- el invierno y la nostalgia.
Intentó evitarlo y no supo cómo. Durante años esquivó todo atisbo de un reflejo que repudiaba, pero sabía inequívocamente que no podría mantener alejadas aquellas turbias reminiscencias durante mucho tiempo más. Y así, sorteando oportunidades, llegó la situación: el momento en un día nublado que amenazaba tormenta. Llegó atronadora la ocasión como atronador había entrado septiembre. Era el momento de afrontarlo y se introdujo en una habitación llena de espejos. Ni un solo hueco en aquellas paredes quedaba al desnudo, cada milímetro de la estancia quedaba recubierta con un cristal que destellaba reflejos antagónicos. Verse allí le resultó insoportable, odiaba todo lo que proyectaba. Ni siquiera la parte derecha de su reflejo, esa que se supone positiva, compensaba el dolor profundo que desfiguraba todo lo que allí vio. Pero aún más insoportable fue intuirse encerrada cuando la puerta selló toda posibilidad de escapar. Sufrió y se torturó a sí misma por sentirse juzg
Lluvia desesperada. Minutos que pasan y un chocolate que sustituye al tabaco. No hay más compañía esta noche que el recuerdo de tu ausencia. Una lámina de ikea colgada en la pared: me mira fijamente y se lleva el dedo a los labios intentando silenciarme. La escena comienza a ser siniestra, pero más siniestros y oscuros son ahora mis días. Porque los colores mezclados y los colores puros te los llevaste contigo; decidiste marcharte para probar suerte pintando en otro lugar, en otra boca. Porque dibujar y pintar se te da bien, pero también eres experto en desaparecer. [...] Y ni siquiera me regalaste el cuadro que pintaste para mi. El que me prometiste.
Querida soledad, Hace tiempo que no te escribía, hace días que no me acordaba de ti. Pero ya ves, por más que quiera hoy, vuelvo a buscarte para que me proporciones la dosis de tranquilidad exacta que sólo tú sabes darme. No pretendo aburrirte con los motivos que hoy me hacen sentarme aquí, pero sí recordarte que las cosas sin ti no son igual. Me cuesta trabajo mantenerlas y se revolucionan cada vez que me doy la vuelta. La balanza ya no mantiene su equilibrio. La experiencia no me ha servido de nada: ahora soy más boba y las excusas que busco son cada vez más baratas. A veces las busco en promoción 2x1, por eso de que estamos en crisis. En el recuerdo hallo mi mejor arma para luchar contra el presente. Y es entonces cuando caigo en la cuenta de que no existe esa guerra, que los disparos vienen directos hacia mí y me ayudan a suicidarme poco a poco. No hay dolor pero sí muerte. Tranquila, no te asustes. Estoy bien. Siempre me moló el dolor constante e indefinido. Debo confesarte
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