La edad de los viernes
Esta tarde leía un post sobre cómo cambiamos el concepto
‘salir de fiesta’ según nuestra edad. La verdad es que no descubría nada novedoso sobre el tema pero sí hace
reflexionar cómo cada uno de nosotros experimentamos ese cambio.
Y aquí estoy delante de esta pantalla en blanco analizando
un viernes que no hace promesas de un fin de semana inolvidable. Y no las hace
porque sabe que no podría cumplirlas. Ahora vivo sola y a la cabeza le gusta dar más vueltas de la
cuenta, posiblemente será por ello la excusa de esta entrada.
Lejos quedó esa etapa universitaria en la que
la que al llegar a casa después de clase siempre había alguien que tenía todo
el fin de semana planificado y te lo contaba con dos chupitos sobre la mesa.
Hoy son las 20:27 y la ‘friday night’ se introduce en mi
pequeño piso granadino mientras ‘whatsappeo’ con una amiga en inglés –por eso
de alargar un poco más las clases de la academia– . No hay plan y no lo busco.
Miro a mi alrededor y lo primero que alcanzo ver me hace
intuir cuál va a ser el plan para hoy: ‘Cien años de soledad’, medio paquete de
tabaco, una bolsa de Doritos y una Coca-Cola a medio gas, como yo. Y es que los
casi 600 kilómetros recorridos en apenas cuatro días no dejan a una con
demasiado buen cuerpo. No obstante, no han resultado ser suficientes para
frenar las ganas de improvisar una escapada
fallida en pareja. Obviamente, por muchos vuelos de Ryanair que haya
indagado en dos horas, lo único que ha podido viajar ha sido mi mente.
Me imagino hace unos años en este mismo viernes y estoy
segura que tendría puesta una lista de ‘Spotify’ y un dilema por elegir
modelito. Impensable no salir.
Vuelvo al presente y no añoro eso, me conformo
con mi plan de hoy. Me apetece. Quizás, yendo un poco más allá me apetecería
invitar a amigos a casa, organizar una buena cena y descorchar varias botellas
de vino con buena conversación y recuerdos de viejas anécdotas. Seguir de copas
tranquilas lamentando nuestra situación pos-universitaria, lo difícil que nos
lo ponen o de las ganas que tenemos de que nos den una oportunidad.
Me quedaría después con varias películas para ver, una
mantita, un par de petas, dos tazas de café para compartir y amor, mucho amor,
mientras que fuera la ‘Mae West’ quema la noche.
Y es que con la edad se comienzan a apreciar estos momentos.
Aprendes a disfrutar de las personas que te importan, de los pequeños detalles, y para eso no se necesita
esperar una larga cola de gente, comprar una entrada, aguantar empujones,
escuchar música a grandes decibelios o pagar las copas a un precio desorbitado.
Es mucho más simple que todo eso.
Mis viernes han envejecido y no me da pudor reconocerlo. Es
algo normal: si yo cumplo años, ellos también.
Aunque de vez en cuando habrá que hacerlos
rejuvenecer,
sería hipócrita decir que puntualmente no apetece.
También están los viernes de trabajo, y ese alocado pasado reflejado en cada ser que te cruzas en el camino del dinero.
ResponderEliminarPD: "Aprendes a disfrutar de las personas que te importan".
GRANDE eres GRANDE y tus artículos te delatan. Están llenos de VIDA y RESPONSABILIDAD y eso transmiten, hacen BIEN a quien los lee y uno se siente importante leyéndolos. No dejes nunca de escribir POR FAVOR, TE NECESITAMOS!!!!!
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