No quiero más historias.

Déjame equivocarme.
Poder caer al suelo y que me sangren las heridas hasta morir.
En el último segundo, en el segundo oportuno, espero que aparezcas de una vez por todas y me tiendas la mano, porque sólo tu mano podrá levantarme, podrá salvarme.
Así pasará, estas cosas se saben y no se presuponen ni se programan. Vienen solas y solas se van.
Por un segundo, la ausencia será mi peor enemigo o amigo; quién sabe.

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