Ese día que te gustaría evitar

Esa mañana en la que la ilusión se convierte en el despertador de todos los niños. Esa mañana que se define a través de las risas, las ganas, los nervios, la incertidumbre de saber si los Reyes habrán acertado con sus regalos. 
Esa mañana que, perdón por lo que voy a decir, no me acaba de gustar. Y muchísimo menos este año.

De esa mañana recuerdo recorrer el pasillo de casa y, tras bajar las escaleras velozmente, encontrar debajo del árbol todos aquellos deseos envueltos en un bonito papel de regalo.

Recuerdo las galletas mordidas por los camellos, las tazas de leche vacías, el agua bebida. Me acuerdo de la cara de mi hermana, a la que le parecía tan mágico como a mí que un camello pudiese entrar en nuestra casa para comerse una galleta.Como también le sorprendía que los Reyes SIEMPRE acertasen y trajesen cosas que ni si quiera les habíamos pedido pero que sí queríamos. 

A pesar de que la mayoría de recuerdos que tengo de este día son muy buenos, debo aclarar que no me gusta por motivos que no revelaré, pero nada tienen que ver con su esencia. Es como si cada año se me acumulasen las quejas en un buzón escondido de mi mente para no gustarme. 

De hecho, es como si siempre intentase evitar este momento. Lo mismo me pasa con la noche anterior. Sin embargo, siempre hay algo mágico en esa noche, un gesto, una mirada, una sonrisa. Ilusión.
Sí, esa ilusión con la que los niños viven cada segundo de este día es la que hace que finalmente acabe odiándome a mí misma por haber intentado odiar estas fecha.

Este año ha sido aún más duro: estar lejos de casa no ayuda a querer reconciliarte con este día. No obstante, contra todo pronóstico, tuve una buena noche.
Me regalaron algo especial, y no hablo de nada material. A través de un Ipad entendí el mensaje que sus Majestades han querido hacerme llegar esta vez. Bastó una simple llamada de varias horas de Skype para saber quién y qué es mi mejor regalo.

Es así como de repente descubrí que me gusta reconocerme en los niños pequeños ilusionados. Verme en sus ojos, escucharme en sus risas. Creer en lo imposible, en la magia. Recuperar la ingenuidad infantil perdida con los años. Convertirme de nuevo en niña. Compartir su exigencia en cuanto a sus caprichos. 

Y eso mismo, el volver a ser una niña, es lo que me hace ver que, por norma, no suelo esperar mucho de este día y, sin embargo, acabo recibiendo muchísimo.

Amigos, que paséis un feliz día de Reyes.
Yo ya he tenido el mío.

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