Ritual de medianoche.
Ella no puede ir a dormir sin fumarse su último cigarrillo del día asomada a la ventana. No es el mono del tabaco lo que le lleva cada noche a realizar este ritual, es el placer de observar detenidamente y en silencio la calle, sus gentes, los bloques, los coches, las estrellas y los aviones nocturnos. Es el placer de imaginar, de pensar, de sentir. Un momento en el que se auto-psicoanaliza y comprueba que en su persona la cordura y la locura se compaginan a la perfección. Como el blanco y el negro que se mezclan para crear el gris. Con la última calada vuelve a mirar al cielo y siempre la misma pregunta: ¿Cuántas personas estarán en este momento haciendo y preguntándose lo mismo que yo? Realmente la respuesta no le despierta demasiado interés pero sí curiosidad. Después, se mete debajo de sus sábanas, a veces de colores alegres,otras no tanto, y escribe. Escribe sin lápiz, sin papel, sin portátil. Escribe en su interior.